sábado, 3 de agosto de 2013

UNA REFEXIÓN....



La Venezuela actual no es la misma de hace 20 años, pero la de hoy será diferente a la que tendremos dentro de los próximos 15 años. ¿Por qué lo digo? Principalmente por  la forma en como la sociedad de hoy se ha vuelto tan violenta, tan difícil de entender, tan problemática.

El origen de esta situación no es único, es heterogéneo, diverso, lo cual  hace más complicado de interpretar y analizar en su verdadera dimensión.  Hay responsabilidades propias y ajenas en todo esto: La situación económica            que más allá de los logros que profese el gobierno ha sido un detonante de la violencia. 

Lo es también la acción de una sociedad laica, materialista, sin valores comunes,  llevada por paradigmas cada día más superfluos, hedonistas, inmediatos, que buscan satisfacer los patrones dictados por una sociedad consumista como la ropa, el automóvil, el dinero fácil.

 Pero quizás la mayor de todas ha sido la destrucción del núcleo familiar en todos sus aspectos que van desde el respeto, la ausencia de hogares establecidos, por  familias disfuncionales, la paternidad  irresponsable,  madres solteras que conllevan  a vivir en situaciones no aptas para el crecimiento de niños y niñas  sanos mental y espiritualmente. 

El crecimiento poblacional en estos últimos 20 años ha sido exponencial, pasamos de 15 millones de habitantes a casi 30 millones de habitantes desde 1993 al año 2013. Esto no ha sido gratis y las instituciones gubernamentales, religiosas y de control natal no han podido responder, pese a sus esfuerzos,  a la sistematización social  y poblacional.

Cada vez que muere alguien producto de la violencia, nos sorprendemos por todo lo que implica la muerte desea persona. En la mayoría de los casos, la muerte está relacionada con la relación del occiso con el hecho criminal en sus diferentes crisoles.  Se es víctima y victimario, se es  causa y se es efecto. Ya sea robando o siendo robado, ya sea vengando       o siendo vengado, la Ley del ojo por ojo y diente por diente nos  arropa y nos consume. Es tan fuerte esta situación que los ciudadanos nos  acostumbrado a vivir esta situación, no hemos vuelto susceptible de que  esta violencia nos alcance, ya sea  mediante un robo, un cobro de vacuna, un secuestro o una extorsión.

El primer clamor la damos al Estado para velar por la situación que vivimos, pero está claro que la solución de este problema va más allá de meter preso a alguien, de acabar con las bandas de robos y asesinos o de  colocar una cámara de vigilancia en cada cuadra de nuestra ciudad para descubrir  a los delincuentes. 

Más que eso, es necesario una profunda revisión integral de nuestra sociedad donde, aunque no lo creamos, los ladrones son robados y las madres de los delincuentes claman por la inseguridad y los asesinatos. 

La sociedad necesita una introspección, una mirada a sí misma, una regulación de su comportamiento, pero a la vez de un Estado     que ayude  a monitorear, a verificar, a través de sus diferentes instrumentos como la escuela, la LOPNNA, las defensorías, el proceso de “control social”.

 Sabemos que estas instituciones muchas veces  lo que hacen es expandir la arruga, beneficiar al que no lo merece y castigar al que actúa correctamente, pero es necesario reinventarse y buscar detener los que viene ocurriendo, no hacerlo, sería la muerte para el país que queremos.

Cabe entonces actuar con rapidez, sin temor, llegar lo más lejos posible, crear instituciones en  comunidades de alto riesgo, presentar soluciones, abrir la capacidad de enfrentar a las bandas, abrirse a la iglesia y darle el apoyo necesario para su labor  evangelizadora, crear grupos culturales, deportivos, musicales, formación de estructuras de organización social no partidista, talleres de formación en áreas de mecánica, electricidad, dibujos, creación de becas de estudio a estudiantes con destrezas deportivas, intelectuales o culturales,  mejorar el acceso a los servicios fundamentales de vivienda, agua, electricidad.  Que el joven de hoy sienta que hay una opción diferente al consumo de drogas, alcohol o la vida fácil.

Reconocer que poco se logra como familia, fomentar el consumo de alcohol y el  cigarrillo.  El Facebook está lleno de fotos de jóvenes en fiestas junto a sus padres,   exhibiendo una botella de cerveza como  signo de poder,  donde el comentario por el trasnocho de la “rumba”  es una felicitación o un “me gusta”. 

No hablamos de ser religiosos a la antigua, es crear verdaderos valores familiares que refuercen la cultura del respeto, el amor, la unión familiar, el trabajo, el esfuerzo como medio de lograr objetivos. Estos valores no están presentes en la gran mayoría de familias. Muchos      padres no saben que hacen sus hijos, otros padres  solo se victimizan por que no pudieron criarlo  bien y se excusan en cualquier  razón. No hay diálogo con los hijos y cuando se quiere hablar ya no hay tiempo. Se agreden verbalmente a los niños con palabras soeces, se les humilla en público. Realmente hay mucho por hacer…no es tarde.