miércoles, 27 de agosto de 2025

Crónicas de Gustavo Guzmán. El 13 de Junio en las Veritas

 

Para los amigos que les gustan mis crónicas

El 13 de junio en Las Veritas

Los inmigrantes y el béisbol

Los inmigrantes que llegaron a la ciudad se adaptaron a las costumbres y a la forma de ser del tocuyano. Así recordamos que canarios e italianos jugaron pelota —o por lo menos lo intentaron—.
Alonso Escuela Castilla jugó en varios equipos del medio rural, Antonio Russo también practicó béisbol y terminó dirigiendo equipos en este deporte, al igual que Angelito Padrón. Sugel Ananías, árabe, también lo intentó. Todos ellos, aunque no destacaran en el juego, terminaron como fanáticos, conociendo los detalles de este deporte tan nuestro.

Los árabes en Las Veritas

Un grupo de árabes se estableció en el caserío Las Veritas, al norte de la ciudad, bañado por las aguas del río Tocuyo. Allí se dedicaron a la agricultura y a la cría de ganado porcino, ovino y vacuno.
Entre ellos se encontraba un viejo libanés, Marcos Salomón Saldivia, quien junto a su esposa Sofía y sus once hijos se residenció en el caserío. La familia se dejó influenciar por la música, los bailes folklóricos de la región y esa combinación de lo pagano y lo religioso del tamunangue tocuyano. Muy pronto asumieron como propia la devoción al Santo Patrón San Antonio.

Las fiestas de San Antonio en casa de los Saldivia

Cada 13 de junio, vísperas incluidas, Don Marcos Salomón convocaba a músicos y vecinos para celebrar las fiestas de San Antonio en la hacienda familiar.
La casa de tejas, con amplios corredores, pisos de ladrillos cocidos y muebles de madera de cardón tapizados en cuero de chivo crudo, servía como escenario auténtico de la celebración.

Entre los invitados especiales figuraba Don Pío Alvarado, joven músico y visitante frecuente, célebre por sus correrías amorosas en Cimarrona, Maracas y Las Veritas. Él acompañaba al “musiu” Saldivia en largas parrandas con cocuy y chimó. Dos hombres, dos culturas, pero una sola amistad: dos mundos, un solo corazón.

Los tocuyanos presentes

De El Tocuyo acudía un numeroso grupo de jóvenes: Pablo Canela con su cuatro y su violín, Ángel Yépez, Heriberto Tamayo, Don Pancho Tovar Lozada, Humberto Guédez Paris, Chemaría Giménez, Rafael Enerio Tovar, Ramón Tovar, Manuel Guédez Cordero, Sixto Yépez y los hermanos Plácido y Juan de la Cruz Giménez, entre muchos otros.
También asistían el Jefe Civil, el Juez, el boticario y hasta el cura más cercano, todos alojados en la hacienda de Don Marcos Salomón.

Música, baile y devoción

La víspera era el baile blanco: valses, joropos y merengues. El día 13 llegaban los sones de negros, la salve y el tamunangue.
Muchos se preguntaban cómo un libanés, nacido en tierras de cedros verdes, veranos secos y nieves invernales, logró adaptarse a estas sabanas semiáridas pobladas de cujíes, yabos, tunas y cardones, y asumir con tanto fervor las festividades de San Antonio.

La abundancia de la mesa

No podía faltar la comida. Tres meses antes se alistaban la leña y las provisiones: carne de res, cabra, ovejo, gallinas, pavos y abundantes arepas de maíz pilado.
Se preparaban 120 papelones para destilar en Bobare unas siete barricas de cocuy de 60 litros cada una. Las matronas campesinas cocinaban mondongos, olletas y chanfainas, además de dulces: jaleas de mango, cabello de ángel, dulce de leche de cabra, lechosa, membrillo y la sabrosa melcocha que Don Salomón ofrecía con orgullo.
Al inicio de la fiesta, Don Marcos pronunciaba su exhorto:

“En vista de estarse celebrando las fiestas de nuestro Santo Patrón, les ruego a todos un gran comportamiento, para que San Antonio reciba con gusto este homenaje y nos bendiga a todos por igual”.

El cierre de la fiesta

Tras cinco días de celebración, llegaba el momento de las despedidas:
“¡El año que viene aquí estaremos!”, se prometían unos a otros entre abrazos, lágrimas y apretones de mano. El Santo regresaba a su trono en la capilla del caserío y cada quien recogía hamacas, chinchorros e instrumentos musicales.
Don Marcos volvía entonces a su poltrona de cardón y cuero de chivo, a leer con reverencia los salmos de David y el libro de oraciones Suaiye.

Un mestizaje cultural

En estas fiestas se mezclaban varias culturas:

  • Los nativos de la zona, producto del cruce entre españoles, aborígenes y negros.

  • Los hijos de Harung El Rashid, traídos del Medio Oriente.

  • Los aportes del tambor africano, la maraca aborigen y los instrumentos de cuerda europeos.

Así, en un solo espacio se respetaba lo religioso y se disfrutaba lo pagano.
Los Saldivia, labriegos libaneses, aprendieron a elaborar papelón en sus trapiches y a fabricar melcochas con la caña dulce de sus haciendas, mientras tejían una historia de integración y tradición que todavía late en la memoria del Tocuyo.

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